Mosquito, que en principio pensó que no estaría muy fresco dado que ayer jugó casi 2 horas de pádel, empezó a subir con agilidad.
Por el motivo que fuera, hoy su corcel tiraba con energía cada vez que el terreno se empinaba.
Mosquito lo achaca a que le subió la presión a los neumáticos.
Y eso hacía que éstos deslizaran con elegancia sobre el terreno arenoso y pedregoso.
El caso es que Vicente veía como las piernas de Mosquito hoy funcionaban mejor que otros días.
Pero pronto llegaría la hora de Vicente, la hora de los descerebrados.
Y es que Mosquito quiso regalarle a su amigo una trialera a su altura, no a la de Mosquito, claro.
Mosquito era consciente de que en esta trialera no tenía nada que hacer con su amigo.
Así que gentilmente le convidó a pasar delante y a gozar por todos sus poros.
Como era de esperar, no hicieron falta muchos metros de caminos empedrados y rotos, para que Mosquito perdiera toda referencia visual con su amigo.
Mientras uno bajaba como alma que lleva el diablo con una sonrisa de niño malo, el otro básicamente se limitaba a bajar.
No es que Mosquito no gozara de esta trialera, simplemente es que para unos este tipo de caminos es un regalo y para otros una dificultad que intentar superar lo más honorablemente posible.
Y tras esta dosis de endorfinas que se chutó Vicente, regresamos a la realidad, Mosquito subía con más energía que otros días y Vicente se limitaba a verlo partir de su lado.
El resto ya fue una orgía de pistas de bajada a as que nos lanzamos sin cerebro.
La ruta y el perfil...
1 comentario:
Otro buen entrenamiento.
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