Cuando la soledad azota el devenir de un guerrero, sólo existe un modo de combatirla.
Tenacidad, tenacidad y tenacidad.
Hoy, el guerrero más laureado de la historia del Imperio Espartano, quedaba solo y desvalido, sin compañía.
Y lo fácil hubiera sido dejarse arrastrar por la pena y la tristeza.
Pero no, Mosquito sacó de su chistera un golpe de tenacidad, tozudería y rectitud.
Se obligó a salir a si mismo bajo pena de muerte por indiferencia.
Cogió los bártulos, acicaló a su rocín OIZ y partieron al sol de la tarde.
A diferencia de los días anteriores, hoy hacía casi hasta frío.
Mosquito quiso hacer una ruta sin grandes esfuerzos en rampas inhumanas, limitándose a sumar desnivel de modo sutil, casi imperceptible.
Así fue, una vez más, enlazando caminos, senderos y tramos al tuntún, sin una línea a seguir, sin un plan trazado de antemano.
Poco a poco los kilómetros fueron cayendo y el desnivel fue aumentando.
Un día más el retorno fue un festejo para Mosquito.
De no ser por la temperatura rozando el fresquito, quizás hasta se hubiera aventurado a sumar alguna perlita más.
El colofón se produjo en la Colonia Sedó, ya casi de retorno a su castillo.
Una manada de 2 jabalís adultos y 6 rayones apostados en un lado de la calzada romana, pacían felices e indiferentes.
Estos animales campan a sus anchas desde hace años y ya no respetan ni a su propio Rey.
3 comentarios:
Disfrutando.
Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
es verdad, que bueno.
Publicar un comentario